El “free pass” de la vida ya no existe mas. Hace rato dejó de existir.
Mi cuerpo, una posibilidad de construcción. Una idea que nunca fue pensada por nadie, una consecuencia que no fue imaginada, no fue planeada, no fue futuro, jamás. Yo, pura superficie de sensibilidad y reacción frente al mundo. Yo, ama y esclava de la libertad condicionada que me ofrecen tus alturas. Yo no entiendo tu cielo, mi amor ¿A dónde me llevas? ¿De qué podría apropiarme con todo esto que soy? A penas de un sueño y de una promesa.
Que el mundo se vuelva él. No puedo perderlo. Él (el otro) me enseña que el mundo es posible en la medida en que se lo pueda olvidar y así deshacer y luego volver a armar, inacabadamente.
Sin El otro el mundo es violencia no domesticada, una incomunicación eterna, un monologo sanguíneo que nace y acaba en el intento vulgar de justificar el egocentrismo de una pequeña locura, un cementerio de pasos errados al costado, de tiempo perdido, de muertes de hambre.
Yo amo ¿Y eso que importa? Solo importa saber que estoy dispuesta a dar por él. Todo. Da lo mismo.
Si yo no estuviera dentro de éste amor, el tampoco existiría porque necesita de mi también, de mi cuerpo y de la relación que establece con mi lenguaje para ser una creación. Negociemos, entonces, que parte de mi es la que voy a entregarle al amor. Yo respondo “a penas un sueño y una promesa”
El invierno es igual en mí, en vos, en todos. Si, es el mismo frío. Son los mismos calambres. Pero mi amor es mío y nadie puede amar como amo yo.
La soledad no tiene piedad y es sabia. Deducirla, es entender cual es tu puta razón para estar así, tan vivo, tan concientemente vivo. Por momentos la comprendo, por momento dejamos de ser enemigas. Por momentos vuelvo a rozarte las fronteras de la piel y de los silencios precarios. Por momentos la vida se queda dormida y me deja despierta, en un margen, devenida, neuroticamente, en un manuscrito de idioteces que giran alrededor de una luna apagada. Reducida, toda yo, a un dolor. Por momentos, la vida y la muerte. Por momentos entiendo que yo nací para amarte. Por momentos entiendo el destino y le agradezco el calor de mi sangre y a la noche que hierve sobre mis sueños y se templa sobre tus ojos. Por momentos soy nada más que un instante de cordura que atravisa el tiempo y toda mi literatura.
